Primeros homínidos, tales como los Australopitecos afarensis, especie que vivió hace 3 millones de años, tenía cerebros más pequeños y caras más largas que las especies pertenecientes al género Homo, el cual apareció hace aproximadamente 2.4 millones de años. Las partes blancas en las calaveras son reconstrucciones y cabe aclarar que no están a la misma escala.
Los estudios en la biología evolutiva han llevado a la conclusión de que la especie humana surgió de los primates ancestrales. Esta asociación fue debatida acaloradamente por los científicos en los tiempos de Darwin. Pero en la actualidad, no hay una duda científica significativa acerca del parentesco evolutivo entre todos los primates, incluyendo claro, la especie humana.
Muchos de los más importantes avances en paleontología en el siglo pasado se relacionaron con la historia evolutiva de la humanidad. No uno, sino muchos vínculos fueron encontrados en los fósiles. Estos hallazgos se detectaron en depósitos geológicos de la era intermedia (Los mencionados depósitos ‘documentan’ el tiempo y la velocidad en la que ocurrió la evolución de los humanos y los primates).
Los científicos han desenterrado miles de especímenes fósiles que representan miembros de la familia humana. Un gran número de los mismos no puede ser asignado a la especie del humano moderno, Homo sapiens. La mayoría han sido fechados, con frecuencia por técnicas de radiometría. Estos hallazgos revelan un árbol genealógico muy ramificado, de las cuales algunas partes permiten trazar una secuencia evolutiva general desde las formas simiescas hasta el humano moderno.
Los paleontólogos han descubierto numerosas especies extintas de simios en estratos rocosos con una antigüedad superior a los cuatro millones de años, pero nunca un miembro de la familia humana. El Australopitecos , el más antiguo de los fósiles conocidos tiene cerca de cuatro millones de años, tiene algunas características simiescas y algunas cercanas al humano moderno; referente al tamaño del cerebro, apenas es más avanzado que el de los simios; otras características que presenta son brazos largos, piernas cortas, estructura de los dedos de los pies intermedia y sus extremidades superiores indican que pasaban una gran parte del tiempo en los árboles, pero también caminaban erguidos, como los humanos. Se han descubierto rastros de andar bípedo de los Australopitecos, preservados con los de otros animales extintos en cenizas volcánicas endurecidas. La mayoría de estos ancestros murieron aproximadamente hace dos y medio millones de años, mientras que otras especies de Australopitecos, de donde se deriva la ‘rama’ humana, sobrevivieron al lado de otros homínidos avanzados, por otro millón de años.
Los huesos distintivos de las especies más antiguas del género humano, Homo, se remontan a los estratos rocosos de hace 2.4 millones de años. Los antropólogos físicos concuerdan en que los Homo evolucionaron a partir de una de las especies de Australopitecos. Durante dos millones de años, los primeros Homo tuvieron un cerebro de un tamaño promedio de 1.5 veces el del Australopitecos, aunque sigue siendo sustancialmente inferior al del ser humano moderno. La forma de los huesos de la pelvis y la pierna sugieren que estos primeros Homo no eran escaladores a tiempo parcial como el Australopitecos, pero caminaba y corría con sus largas piernas, tal como lo hacemos nosotros. Tal como su antecesor (Australopitecos) mostró un conjunto de características simiescas, humanas e intermedias, por lo que se les considera el primer Homo intermedio entre Australopitecos y el humano moderno en ciertos aspectos, y en otros, más cercano al hombre moderno. Las primeras herramientas de piedra son casi de la misma edad que los primeros fósiles Homo.
El registro fósil para el intervalo entre 2.4 millones y el actual incluye los restos óseos de varias especies asignadas al género Homo. Entre las especies más recientes se encuentra que se tienen cerebros más grandes. Este registro fósil es lo suficientemente completo como para mostrar que el ser humano se originó en África y se propagó a Europa y Asia en un periodo de 2 millones de años. Los diversos tipos de herramientas de piedra están asociados a diversas poblaciones. También con este registro, que conforme se incrementaba el volumen del cerebro, las herramientas creadas se volvían más sofisticadas.
La biología molecular también provee evidencia sólida de la relación cercana entre humanos y simios. El análisis de proteínas y genes ha demostrado que los humanos somos genéticamente similares a los chimpancés y gorilas, así como menos familiares a los orangutanes y otros primates.
Ha sido extraído ADN de un esqueleto en buenas condiciones de una criatura humana extinta, conocida como Neandertal, miembro del género Homo y frecuentemente considerado como una subespecie Homo sapiens o como una especie separada. La aplicación del reloj molecular, el cual hace uso de los ritmos conocidos de mutación genética, sugiere que el linaje Neandertal y el Homo sapiens divergieron hace menos de un millón de años, lo cual es compatible por completo con la evidencia del registro fósil.
Teniendo como base la información genética y molecular, los evolucionistas apoyamos la hipótesis de que el Homo sapiens moderno, individuos muy similares a nosotros, evolucionó de los humanos arcaicos de hace100 a 150 mil años. También se cree que esa transición ocurrió en África, con la dispersión del humano moderno a Asia, Europa y eventualmente Australia y América.
Los descubrimientos de restos homínidos durante las últimas tres décadas en el Este y Sur de África, el Medio Oriente y otras partes, combinado con los avances en biología molecular, han iniciado una nueva disciplina “Paleoantropología Molecular”. Este campo de investigación está proporcionando un inventario (En constante crecimiento) de evidencias de afinidad genética entre seres humanos y simios africanos.
Las encuestas de opinión muestran que mucha gente cree que la intervención divina guió de forma activa la evolución de la especie humana. La ciencia no emite comentarios acerca del papel que tomaron ‘fuerzas sobrenaturales’ en asuntos humanos, sin embargo, las investigaciones científicas concluyen que las mismas ‘fuerzas’ responsables para la evolución de todas las formas de vida terrestre lo hicieron también con la especie humana.